miércoles, 27 de julio de 2011

El Arte Maya (Jose Alcina Franch)



El tema del arte maya es muy extenso en el tiempo y en el espacio, es decir, en el ámbito físico e histórico de la cultura mesoamericana, pero, por razones de espacio, en esta sección ha sido necesario restringirlo a las más breves descripciones. Se ha optado por resaltar las características básicas de la arquitectura, escultura y pintura, sin hacer referencia al vasto campo de los materiales y la composición, ni tampoco a los contextos ideológicos y sociológicos asociados. Sin embargo, en sentido estricto, el arte maya puede apreciarse como una de las más altas expresiones estéticas del Nuevo Mundo durante la época precolombina, y los avances metodológicos y tecnológicos que se notan en su estudio contemporáneo auguran nuevos y grandes descubrimientos esenciales.



 Arquitectura: 
En el caso concreto de la arquitectura mesoamericana, es fundamental partir de la cosmovisión que se encuentra implícita en ella, la cual era 'la visión estructurada en que los antiguos mesoamericanos combinaban sus nociones de cosmología relativa al tiempo y al espacio en un conjunto sistemático'. A partir de ella se tratará aquí de entender el sentido profundo de algunas de las más características estructuras arquitectónicas del mundo maya, como lo fueron, principalmente, la pirámide, la casa y el templo, el temascal y el complejo de las llamadas 'pirámides gemelas'. Infinidad de informes etnográficos demuestran que la concepción mesoamericana del mundo consistía en una correspondencia del Universo con realidades arquitectónicas específicas, como la casa, el templo y el temascal, o bien con el campo, las cuales se concebían como 'modelos reducidos' del cosmos. Es interesante comprobar cómo dicha concepción de la forma y estructura del mundo, propia de la mayor parte de los pueblos y culturas mesoamericanos, apenas ha variado desde el pasado prehispánico y colonial hasta el presente.


La pirámide
La fuerza simbólica de la pirámide debe entenderse a partir de la concepción del cosmos como la unión de dos pirámides de planta cuadrada, unidas por la base y formando un octaedro, es decir, una arriba y otra contrapuesta abajo. De esa manera, el mundo se orientaba hacia siete rumbos: los cuatro tradicionales de la superficie terrestre (Norte, Sur, Este y Oeste), correspondientes a los ángulos del plano en el que ambas pirámides se unían; una quinta dirección hacia el centro del plano, y dos más que eran el cenit (supramundo) o punto extremo superior y el nadir o punto extremo inferior (inframundo). El Sol recorría diariamente el octaedro, en ascenso hasta el cenit, y descendía por el Poniente hasta el nadir en el inframundo de la noche, y amanecía finalmente por el Oriente. Cada una de las dos pirámides, la que ascendía por los cielos y la que se proyectaba hacia abajo para definir el mundo subterráneo, tenía diversas plataformas o planos escalonados. Los de la pirámide superior formaban 13 cielos, y los de la inferior, nueve escalones subterráneos. Estos números no eran caprichosos. Las primeras plataformas correspondían a las 13 horas del día, y las segundas a las nueve horas de la noche, lo que completaba las 22 horas del día maya. Esta era una de las transposiciones de lo espacial a lo temporal, tan características de la cultura maya.
No es extraño, por lo tanto, que algunos enterramientos de señores o reyes se hayan situado en el privilegiado lugar de la parte central, debajo del nivel del suelo sobre el que se asienta la pirámide, o sea en la base del templo donde reside la divinidad. tal es el  caso de el enterramiento localizado en la parte inferior del templo I en tikal del cual podemos tomar como ejemplo. 


El temascal
El temascal, o baño de vapor mesoamericano, es posible que tenga también el significado de 'punto central, en el que se comunican el Inframundo y el mundo superior'. Además, su estructura arquitectónica (una pequeña casa subterránea) pudiera simbolizar el Universo.(cueva) En algunos pueblos, la forma rectangular del baño significaba, como la casa misma, el Universo y la unión del fuego con el agua; el vapor era el símbolo de la unión de los dos mundos, inferior y superior, y el elemento purificador por excelencia. Cuando alguien tomaba el baño, entraba a la muerte y salía, por la purificación del vapor, renacido a una nueva vida.


La casa y la sementera(campos)
Para los tzotziles de Zinacantán, las casas y los campos, de forma cuadrada, también son modelos reducidos del Universo rectangular, en cuyo centro se sitúa el ombligo del mundo. Ello se manifiesta en la costumbre de marcar con postes las cuatro esquinas y también el centro de las casas. Según William Vogt, 'en los campos se destacan los mismos lugares críticos, con santuarios de cruz en sus esquinas y centros. Estos puntos son de primordial importancia ritual'. Los mayas de cierto modo llegaron a  expresar el concepto del Universo con figura rectangular, como la de la casa, la sementera y el cielo. Este último, lugar del Sol y de la Luna, está sostenido por cuatro pilares, como los cuatro postes de una casa. Todo el conjunto está rodeado por agua. Debajo del cielo existe otro estrato, cuadrado también, donde moran los yocub,(seres mitologicos que se decia nunca habian pecado) .  Este mundo particular es la parte media del Universo, su centro, en cuyo interior se localiza el katibak o reino de los muertos.
En conclusión, las casas actuales y las antiguas de los mayas son la imagen del Universo. Si se compara, por ejemplo, la figura de una choza antigua, como la que aparece en el friso del Cuadrángulo de las Monjas de Uxmal, con los templos que coronan las pirámides, se puede apreciar el punto en que una y otros reproducen el mismo patrón: la casa del hombre es, al igual que la de los dioses, una figura a escala del cosmos.


Tipología de los edificios
Después de considerar el contenido simbólico de algunas de las estructuras arquitectónicas del área mesoamericana, conviene trazar un bosquejo de la tipología de los edificios más característicos de la civilización maya.
La pirámide con templo
En términos generales se puede decir que la estructura piramidal con templo, del área maya, es sensiblemente diferente a la de la zona central de México. Esta diferencia se aprecia, sobre todo, en la idea general que preside las construcciones en ambos casos. Mientras que las mayas presentan elevación, decorado escultórico y barroquismo, en las del altiplano de México predomina el concepto de pesantez, horizontalidad, desnudez decorativa y sencillez en los trazos.
La pirámide denominada E-VII-sub, de Uaxactún corresponde al siglo IV DC, y su templo desapareció posiblemente porque estaba hecho con materiales perecederos. De los siglos V y VI existen ejemplos de templos ya construidos en piedra, con amplios muros de hasta tres metros de espesor y bóveda falsa. Estos templos tenían generalmente dos cámaras sucesivas, la segunda de las cuales estaba dividida, a su vez, en tres pequeños recintos, de modo que para pasar del centro a los extremos era necesario atravesar dos estrechos pasadizos. Una y otra cámara estaban comunicadas por un pasillo central. Muestra de este tipo de templo es la Estructura E-X, de Uaxactún. A medida que se avanzó hacia el máximo esplendor del Período Clásico, en el siglo VII, los templos adoptaron una estructura más compleja. Por ejemplo, en Palenque, el Templo del Sol tiene la cámara dividida en tres salas sucesivamente más pequeñas, las que muestran mayor variedad de elementos. La primera se abre al exterior mediante tres vanos o puertas, y rodea a la siguiente por sus tres lados; en la segunda hay una especie de capillita, de menor superficie y altura, que probablemente era un santuario donde estaba la imagen del dios. Ambas cámaras, de bóveda falsa, tienen la misma altura, pero la tercera es más pequeña, con techumbre también en saledizo muy por debajo del nivel del techo de las dos pirámides. La complejidad se hizo todavía mayor y más extraña en el siglo VIII, tal y como se aprecia en el amplio vestíbulo del Templo 22, de Copán, que presenta dos salas laterales comunicadas al exterior por sendos pasillos sumamente estrechos. Al fondo de la parte central se encuentra el santuario, de reducidas proporciones.
La existencia de tumbas, criptas funerarias y otros tipos de enterramientos en las estructuras piramidales con templo, era bien conocida por los arqueólogos mayistas desde la época en que realizaron los trabajos de la Institución Carnegie. Sin embargo, su importancia fue reconocida, sobre todo, a partir del descubrimiento, en 1952, de la tumba del Templo de las Inscripciones, de Palenque. Una mejor comprensión de estas construcciones funerarias se ha conseguido con los estudios sobre las dinastías mayas, los cuales se realizan desde hace aproximadamente 20 años. Estos estudios demuestran que muchas de las tumbas, e incluso las mismas estructuras piramidales, fueron construidas en honor de ilustres fallecidos, lo que no contradice la propia significación trascendente de los templos. El caso ya mencionado de la tumba del rey Pacal, de Palenque, ilustra lo anterior. Allí se tiene un templo construido con toda seguridad después de la cripta. Sin embargo, no puede decirse que la estructura piramidal y el propio templo hubieran sido edificios funerarios, por más que todo el conjunto tenga el carácter de homenaje al soberano muerto o a algunos de sus sucesores. Se honró la memoria del señor sin perder el sentido templario de la construcción. Religión, mundo de ultratumba y poder se unieron en ese caso, como ha ocurrido en las culturas de muchas sociedades antiguas e incluso modernas.


El palacio
El edificio que se conoce como palacio no representa en el área maya un modelo que se repita sistemáticamente. Sin embargo, exhibe ciertas características coincidentes. En todos los casos consta de una o varias series de cámaras alargadas, intercomunicadas, que se abren al exterior por medio de puertas, lo que da al conjunto una forma alargada, a veces en demasía. Otra característica, común a los distintos casos conocidos, consiste en que la construcción se asienta sobre una plataforma, de perfil generalmente piramidal. En ocasiones, en el interior de estos palacios se encuentran uno o varios patios. Aunque su función no ha sido todavía del todo aclarada, este tipo de edificio de carácter civil tiene tanta o mayor importancia que las mismas estructuras religiosas. Es muy probable que algunos hubieran servido como residencia de la clase noble y de la sacerdotal, o para albergar a especialistas de vital significación, como escribas, astrónomos, etcétera. William T. Sanders ha demostrado, por medio de sus investigaciones en Copán, que estructuras palaciegas más modestas fueron utilizadas como vivienda o taller de simples artesanos. En ciertos casos, estos edificios pudieron haber tenido otras funciones distintas; por ejemplo, como depósitos, receptáculos de tributos, oficinas administrativas o lugares para impartir justicia.
Los palacios, sobre todo los correspondientes al Período Clásico, se construyeron en su mayor parte con el sistema de bóvedas, y sus salas se presentan en forma de verdaderos pasillos abovedados. Conforme la superficie de los mismos se hizo más grande, la distribución de las salas también fue más complicada. Mientras que los primeros edificios constaban de un solo pasillo, desde los inicios del Período Clásico esta parte de la estructura comenzó a multiplicarse con la aparición de pequeñas salas en los extremos y varios pasillos paralelos, divididos por muros interiores y comunicados por medio de puertas. Un ejemplo de esta complicación es el llamado Palacio de las Ocho Cámaras, localizado en Piedras Negras.
En otros casos, las edificaciones de carácter civil adquirieron mayor complejidad; por ejemplo, cuando se alternaban pasillos y salas con patios interiores. El Palacio de Palenque es típico de este sistema. Su planta general, en forma de trapecio, tiene construcciones en todos los lados, con puertas que se abren al exterior y al interior del edificio, el cual se halla cruzado por dos naves que forman cuatro patios internos. En la confluencia de las dos naves centrales se asienta su famosa torre. La multiplicidad de espacios resultante de tal combinación es evidente. Menos complicado, ya que consta de un solo patio central, es el Cuadrángulo de las Monjas, de Uxmal, que tiene una estructura similar. Aquí resulta oportuno mencionar, además, las edificaciones civiles de varios pisos, de las que son ejemplos la Estructura 69, de Tikal, el Palacio de Edzná y el de Sayil. El problema de iluminación, ventilación y dimensión de estas construcciones trató de resolverse por medio del escalonamiento de éstas, ya fuera asentándolas sobre plataformas naturales, sobre rellenos, o bien, mediante la superposición de las plantas. En todo caso, se trata de verdaderos edificios de niveles.


El juego de pelota
La cancha de juego de pelota es una estructura que se encuentra en toda Mesoamérica,  pero en el área maya tuvo especial importancia. Durante el Período Clásico sus extremos eran abiertos, pero en el Postclásico fue común la forma de I, o de doble T, que está delimitada por dos banquetas unidas a dos planos, uno vertical o inclinado y otro horizontal o en talud. Las banquetas se apoyan en muros verticales o, más o menos, inclinados en talud. En la parte superior de los muros se aprecian a veces construcciones tipo palacio, o pequeños templos. Los extremos de la cancha pueden estar abiertos, o bien, limitados por muros que le dan la forma tan común de doble T.


Plataformas ceremoniales
En muchos sitios arqueológicos mayas, tanto de las Tierras Bajas como del Altiplano de Guatemala, se observan construcciones que, con una estructura básicamente similar a las pirámides con templo, son de tamaño considerablemente menor. Sin embargo, no podría decirse que tales plataformas ceremoniales sean simples altares, dadas sus mayores dimensiones. Estos edificios, por lo general de planta cuadrada o ligeramente alargada, con escaleras en uno, dos o en sus cuatro lados, seguramente sirvieron para la realización de grandes ceremonias y rituales, en los que la danza, la música y el drama formaban parte de la actividad religiosa. Muchas de dichas plataformas, impropiamente llamadas altares, se encuentran situadas frente a las escalinatas de acceso de algunas de las pirámides más importantes del centro ceremonial. Abundan en todo el territorio maya.


La vivienda
Hasta hace poco los arqueólogos concentraban su atención en los núcleos urbanos y en las estructuras de élite construidas en los centros ceremoniales o en sus inmediaciones. Actualmente, sin embargo, sobre todo después de las excavaciones realizadas en Barton Ramie (Belice) y Copán, existe suficiente información acerca de las viviendas mayas. Del tema se han ocupado varios autores, entre ellos Gordon R. Willey y William T. Sanders. En su aspecto general, muchas de estas viviendas antiguas se parecen notablemente a las chozas de los campesinos actuales, tanto de las Tierras Bajas como del Altiplano. Se construían sobre plataformas, empalizadas, con muros que eran de piedra, adobe o barro, y los techos, invariablemente de paja, a dos o cuatro vertientes. Así eran las viviendas comunes urbanas y probablemente también las de los campesinos de la montaña o de las aldeas, lo que el autor de este artículo pudo comprobar en un poblado de finales del Período Clásico localizado en Agua Tibia, Totonicapán. En cuanto a las de la clase noble y de los artesanos especialistas, posiblemente se construían de piedra, según el modelo de los palacios, quizás con bancos en el interior, y cubierta de paja en lugar de la clásica bóveda. Muchas de las viviendas de los nobles se organizaban alrededor de patios o plazas, igual que los palacios. Las más grandes pudieron haber albergado a familias extensas o patriarcales, con el edificio principal ocupado por la familia nuclear del patriarca, mientras que los hijos ocupaban las viviendas ubicadas en torno al patio.


Los observatorios astronómicos
El complicado sistema calendárico maya hacía necesarias las observaciones astronómicas. No es de extrañar, por lo tanto, que en diversas ciudades mayas, tanto del Período Clásico como del Postclásico, existieran edificios que pueden considerarse como verdaderos observatorios. En Uaxactún, por ejemplo, se ha identificado un conjunto de cuatro edificaciones (las Estructuras E-I, E-II, E-III y E-VII), de las cuales la última fue sin duda un efectivo observatorio, mientras que las otras tres señalaban probablemente los equinoccios y solsticios. En efecto, la línea que pasa por el centro de las Estructuras E-VII y E-II coincide con el Oriente, mientras que las diagonales trazadas desde E-VII a las aristas extremas de E-I y E-III coinciden con la salida del Sol en los solsticios de invierno y verano. Un conjunto similar se ha descubierto en la ciudad de Naachtuún. Una de las construcciones más famosas de este tipo es el llamado Caracol, en Chichén Itzá. Se trata de una estructura cilíndrica, en cuyo interior hay dos pasillos circulares concéntricos, comunicados por puertas muy pequeñas. Su nombre le viene de la escalera de caracol, ubicada en el núcleo central del edificio, la cual conduce a la segunda planta, y está dotada de una serie de ventanas que seguramente sirvieron como puntos de observación para las mediciones astronómicas con las que los mayas contaban el tiempo.


Arcos triunfales o puertas monumentales
Aunque no se trata de un tipo frecuente de construcción, existen algunos ejemplos de los llamados 'arcos triunfales'. Este concepto difícilmente puede aplicarse en sentido estricto a dichos arcos que, como ocurre con los de Palenque y Uxmal, parece que sirvieron más bien como puertas de entrada a algún recinto o plaza. Sin embargo, los de Labná y Kabáh se presentan aislados de otras construcciones próximas y por ello sugieren la idea de 'arco triunfal', en virtud de su aislamiento espacial, que debió haber tenido sin duda un significado específico. Los de Labná tienen los muros profusamente decorados con el característico estilo Puuc, pero ello no ilustra gran cosa sobre el propósito del arco, pues tal tipo de decoración es muy común en toda clase de muros en las ciudades del área.


Fortificaciones
Hasta hace poco se tenía como verdad que el pueblo maya, en especial el del Período Clásico, fue extremadamente pacífico. Sin embargo, bastarían las escenas de guerra de los murales de Bonampak para demostrar lo inexacto de tal apreciación. Además, multitud de informes y datos históricos y arqueológicos confirman la frecuente confrontación bélica en que se vio envuelta aquella sociedad. Son muchas las ciudades de la época clásica en las que se han descubierto restos de fortificaciones. Palenque, por ejemplo, presenta una serie de construcciones con escaleras interiores, pasillos angostos y otros elementos que, sumados a la situación periférica de tales edificios, indican que los mismos fueron verdaderas fortificaciones. Estas condiciones se hicieron particularmente evidentes en el Período Postclásico, a cuyo militarismo y continuo estado de guerra se refieren muchos documentos y datos pictográficos. De ese tiempo datan los complejos amurallados que circundaban las ciudades de Mayapán, Tulum y otras.


Otro tipo de construcciones
Además de las fortificaciones existieron en el área maya otras muchas obras de ingeniería. Entre ellas destacan los importantes sacbeob, una especie de calzadas que comunicaban algunas ciudades.  Estas calzadas, que llegaron a medir hasta 20 m de ancho, se construían con cascajo calizo y se asentaban sobre el terreno con trazos de mínima altura (unos 30 cm), pero que en ocasiones se elevaban hasta 2.25 m. En muchos casos, como en Tikal, los sacbeob sirvieron para comunicar a los diferentes sectores o zonas de una misma ciudad.
Aunque se han descubierto restos de construcciones hidráulicas, principalmente en centros correspondientes al Período Clásico, éstas seguramente fueron importantes también en el Postclásico. El ejemplo más notable es el acueducto de Palenque, del que se conservan poco más de 100 m de estructura abovedada. Además de estas conducciones de agua, se conoce la existencia de algunos puentes, tanto en la citada ciudad de Palenque como en Becán, Pusilhá y otros lugares.
El temascal o baño de vapor, de cuyo significado religioso ya se hizo referencia, fue otra instalación característica de los asentamientos mayas. Se trata también de una construcción típica de toda el área mesoamericana y se encuentra, asimismo, en muchos otros lugares de América del Norte y de todo el Continente. Su función era múltiple. Separado de la vivienda, servía como baño higiénico, sala de partos y de curación de traumatismos, así como lugar de purificación ritual. Los que han sido identificados en Palenque, Piedras Negras, Uaxactún, Tikal y Quiriguá, por ejemplo, son generalmente de tipo ceremonial, y se relacionan de manera estrecha con otras instalaciones de carácter religioso, tales como juegos de pelota y templos.
Los depósitos para alimentos o para guardar agua constituyen igualmente un tipo muy común de construcción. Formaban parte del conjunto de la vivienda y eran excavaciones en la roca, en forma de botella, a las que se conoce con el nombre de chultunes. En ciertos casos, después de haber cumplido su original función doméstica, se rellenaban con basura o se utilizaban para enterramiento. En efecto, en algunos de ellos se encontraron ofrendas de mayor o menor valor.


Agrupamientos de edificios
Además de mencionar los diferentes grupos de edificios interrelacionados, conviene abordar, con cierto detalle, el tema de su tipología. En toda concentración urbana, los tipos de edificios que descritos constituyen, en realidad, unidades mínimas, son al mismo tiempo partes de conjuntos más amplios. A primera vista, la forma en que cada edificio se asocia con otros puede parecer arbitraria; sin embargo, al examinarlos con detenimiento se aprecian, tanto la función propia de cada construcción como aquellas otras que surgen precisamente de su correlación. Una clara muestra de ello es el ya mencionado grupo de Uaxactún, en el cual, el edificio E-VII servía de observatorio y los otros tres que lo acompañan representaban los puntos de observación de fenómenos astronómicos determinados. Otro tanto ocurre con el complejo de las Pirámides Gemelas, de Tikal, así como con las llamadas acrópolis, o en los cuadrángulos y diversos tipos de agrupamiento de palacios.
Una de las agrupaciones más comunes de estructuras piramidales con templo es aquella en la que una pirámide mayor está acompañada por otras dos o tres menores alrededor de un patio o plaza, donde confluyen, frente por frente, las escalinatas de los edificios. En algunos casos, en la parte central de la plaza, donde se cruzan los ejes que relacionan a las tres o cuatro pirámides, se alza un 'altar', dotado éste de escalinatas en varios o la totalidad de sus lados. Por lo general, todo el conjunto resalta sobre una plataforma elevada sobre el nivel del terreno, a la cual se asciende por medio de escalinatas más o menos grandes.
Un segundo tipo común de agrupamientos es el que corresponde a los palacios. Estos podían enlazarse en torno a patios de mayor o menor tamaño, a través de puertas que permiten el acceso entre unas crujías, y otras en sentido transversal o longitudinal. En construcciones de varias plantas, la comunicación en el conjunto se hacía por medio de puertas, pasillos, escaleras interiores y escalinatas a cielo abierto. Estos grupos de palacios, igual que las pirámides, suelen alzarse sobre grandes plataformas, a las que se accede por medio de escalinatas muy anchas.
Si resulta difícil precisar la función concreta de los palacios, lo es todavía más tratar de establecer el motivo de su agrupación. A partir de las más recientes investigaciones realizadas en las áreas habitacionales de Copán, sin embargo, se puede pensar que ello pudo haber obedecido a las necesidades de vivienda y de reunión de las clases nobles o de los especialistas religiosos, tales como escribas y astrónomos e, incluso, de los mismos artesanos. La creciente importancia de estos grupos sociales pudo haber propiciado la ampliación progresiva de los palacios que habitaban. Tal parece que fue el caso de la Estructura A-V, de Uaxactún, en la que se pasó de una plataforma con tres pequeños palacios a un enorme complejo de no menos cinco estructuras alargadas, combinadas en varios planos con altares y otros edificios.


Finalmente, se debe mencionar el tipo de agrupamiento de edificios denominado acrópolis. Estas eran, en realidad, conjuntos de templos piramidales o palacios, situados sobre una gran plataforma o una colina debidamente acondicionada, con plazas y escalinatas. Algunas de estas acrópolis se levantaron, según un esquema unitario, desde los espacios más bajos hasta la cima de todo el conjunto, de manera que, a través de planos o niveles sucesivos, generalmente desarrollados alrededor de patios o plazas, la serie culmina en un templo piramidal en la parte más elevada. En Uxmal, Piedras Negras, Edzná y Comalcalco, además de Tikal, existen ejemplos de semejantes estructuras.


 La Escultura y el Relieve

Entre los mayas, la escultura y el relieve tuvieron igual o mayor calidad artística que la propia arquitectura. En efecto, las innumerables estelas, los paneles de estuco en los muros de los edificios, los dinteles y los frisos de los juegos de pelota fueron, entre otras, realizaciones de una calidad realmente impresionante.



Materiales
Para sus extraordinarias obras escultóricas, los mayas se valieron de diversos materiales: la piedra (caliza, arenisca, andesita, etcétera), el barro cocido, el estuco y la madera. Esta última, seguramente se usó en grandes proporciones, sobre todo en el período más antiguo, aunque son pocas las obras conservadas por el carácter perecedero de este material. Por ello mismo, sin duda, se recurrió a la piedra para conservar un complicado sistema calendárico, perfectamente concebido y realizado. Las inscripciones mayas, por lo tanto, pudieron haber sido hechas primeramente en madera. La natural desaparición de tales obras deja en la oscuridad muchos aspectos concernientes a la evolución no sólo de la escritura y del calendario mayas, sino también del arte escultórico en general.
La piedra era trabajada, en canteras y a pie de obra, mediante herramientas como martillos y cinceles fabricados de otras piedras más duras; por ejemplo, basalto y diorita. En el caso de los relieves, éstos se dibujaban primeramente con carbón sobre la piedra ya alisada. A continuación, se tallaban las líneas principales de la figura, por medio de dos cortes diagonales sobre la superficie de la piedra, de manera que quedara una zona adecuadamente rehundida. Las líneas secundarias de la figura que se quería representar se hacían mediante incisiones más superficiales. En ocasiones, tras el trabajo del escultor, el pintor completaba el color de la figura según un patrón muy estricto respecto al simbolismo cromático, pero flexible en cuanto a respetar las líneas dejadas por el escultor, que a veces el pintor rectificaba.
Los ejemplos de trabajos hechos en madera son escasos, pero suficientes para demostrar una elevada técnica en este tipo de escultura. Los de Tikal se cuentan, sin duda, entre los mejores; por ejemplo, las tres esculturas idénticas aparecidas en la tumba 195 de la Acrópolis Central, revestidas con una delgada capa de estuco, que representan al dios K. Sin embargo, la obra maestra mejor conservada es la de los dinteles del Templo IV, que datan del año 747, de donde fueron desprendidos en el siglo XIX, y que actualmente se conservan en el Museo de Basilea. De ellos, el mejor conservado es el Dintel 3, que representa al Señor B, de Tikal, sentado en un trono al que se accede por varios escalones y rodeado de una serpiente celeste de dos cabezas. Una escena similar aparece en el Dintel 2, con otro soberano sentado y una enorme divinidad protectora detrás de la figura real.


Esculturas de bulto y relieves
Puede decirse, en términos generales, que el arte del relieve y la glífica siguieron una evolución totalmente paralela. En efecto, muchas veces los relieves sirvieron para adornar o ilustrar las inscripciones jeroglíficas de las estelas; y otras fueron estas mismas inscripciones las que se realizaron para precisar las fechas y otros datos correspondientes a las figuras. Las estelas, que pertenecen en su mayor parte al Período Clásico, consisten en piezas monolíticas, trabajadas con la técnica del relieve y que representan generalmente la mencionada combinación de glifos y figuras. Suelen ofrecer una o varias figuras, junto con una multitud de signos calendáricos referentes a la fecha de erección de la estela, cosa que se hacía para conmemorar un acontecimiento, la figura de un soberano o el paso de un período a otro. Menos comunes, aunque abundantes en la región específica de Petén y en el área del Motagua, los altares consisten en rocas de gran tamaño, trabajadas en forma de un gran prisma de base rectangular o cilíndrica. A los lados se representaban figuras en relieves poco profundos, o en altorrelieves tan hundidos que llegan a ser casi esculturas de bulto.
En el campo del relieve en piedra, otra especialidad importante entre los mayas fue la de los dinteles. Estos, especialmente numerosos en la región del Río Usumacinta, se esculpían por su parte inferior, de modo que pudieran ser contemplados al cruzar el umbral. El hecho de haberse conservado algunos de ellos en madera, como los ya citados de Tikal, permite suponer que debieron haber existido otros muchos del mismo material y que no han llegado hasta nosotros. Finalmente, hay que citar una multitud de tableros esculpidos en relieve, los cuales se colocaban en el interior de los templos o decoraban los muros exteriores de los edificios. Como ejemplos típicos de tableros merecen citarse los que se han descubierto en diversos templos de Palenque, con representaciones figurativas rodeadas de un sinnúmero de inscripciones jeroglíficas.
En el arte escultórico maya, a diferencia de las abundantes muestras de relieves más o menos profundos, son pocas las esculturas propiamente dichas. De ellas se conocen, en particular, las modeladas en tierra cocida, sobre todo figurillas, y son más escasos los ejemplos de esculturas en piedra.


Evolución de la escultura en el Período Clásico
El arte escultórico del Período Clásico ha sido rigurosamente estudiado por Tatiana Proskouriakoff, quien distingue cuatro fases en su desarrollo. La primera corresponde a los siglos IV y V, y se caracteriza por relieves en los que la figura humana aparece trabajada toscamente, con los pies de perfil y uno tras otro al modo de los egipcios, mientras que hay un tratamiento muy minucioso de los tocados, cubiertos de grandes penachos de plumas. Este 'estilo' no puede aún considerarse 'propiamente maya', pues se encuentra muy relacionado con formas escultóricas foráneas. En la segunda fase, denominada Formativa, que se desarrolló fundamentalmente en el siglo VII, el arte escultórico adquirió un aspecto totalmente maya. Sin embargo, hasta la primera mitad del siglo VIII, en la fase llamada Adorno, se alcanzó toda la madurez que exhiben las realizaciones escultóricas de la época, caracterizadas por una mayor elaboración de los tejidos y aun de los detalles de la figura representada, aunque la composición es todavía estática. Poco después, en la segunda mitad de ese mismo siglo, se produjo la fase que Proskouriakoff denominó Dinámica, en razón de que tanto las composiciones como las figuras aparecen dotadas de gran animación y movimiento. En efecto, la línea es básicamente curvilínea y las actitudes de las representaciones son asimétricas; los escultores, por otra parte, se plantearon, resolviéndolos con éxito, complicados problemas de composición. Finalmente, la fase llamada Decadente, corresponde al estilo Puuc, en el siglo IX.


 La Pintura
El arte de pintar abarcaba, además de la pintura mural, la escritura propiamente dicha, en especial la de los códices, y la decoración de vasijas. Su relación con los conocimientos esotéricos (la matemática y los cómputos del tiempo, la astronomía y la ciencia de las divinidades) era muy estrecha, de manera que el artista formaba parte de la clase superior de sacerdotes y señores, y la pintura se consideraba una especialidad de la élite. La importancia del oficio de escriba o pintor ha quedado demostrada en la llamada Casa del Escriba (Estructura 9N-82) de la ciudad de Copán, la cual corresponde a la época en que reinó el señor Madrugada (770-800 DC). Es bastante probable que el retrato que figura en el friso de dicho palacio fuera el de un sacerdote o escriba especializado en la observación astronómica y en el manejo de los códices. Pudiera tratarse del propio hermano o de un pariente de Madrugada, ya que, como afirmó Diego de Landa, los sacerdotes-escribas 'enseñaban a los hijos de los otros sacerdotes y a los hijos segundos de los señores que les llevaban desde niños, si veían que se inclinaban por este oficio'. William L. Fash especifica que el dueño de dicha casa, se llamara Ahau Kin o de otra manera, era precisamente el hermano segundo del soberano Madrugada. Por otra parte, entre los mayas, el patrono de pintores y escribas era un dios mono, y tanto la pintura y la escritura como la música y la danza estaban relacionadas con monos u hombres-monos. No es extraño, por lo tanto, que el rostro reproducido en una escultura, que muestra un Pauah Tun, hallada en la subestructura de la citada Casa del Escriba, tenga un perfil simiesco, y que ocurra otro tanto con los dioses Hunbatz y Hunchouen, correspondientes al Ozomatli de los quichés (k'iche's) y yucatecos.


La pintura mural
Casi todos los tipos de edificios descritos en este ensayo tuvieron en la pintura mural uno de sus elementos decorativos más importantes. Los muros interiores y exteriores, los zócalos, cornisas, cresterías y otras partes de templos, basamentos, habitaciones, arcos, juegos de pelota y diferentes construcciones, solían pintarse de manera cuidadosa. Naturalmente, la fragilidad de la pintura ha hecho que sean escasos los ejemplos conservados en todo el territorio maya y, más aún, en la zona específicamente guatemalteca. Las obras más brillantes de la pintura mural maya se encuentran en Bonampak (Chiapas), en Chichén Itzá (Yucatán) y en Tulún (Quintana Roo). En territorio guatemalteco se han descubierto pinturas murales en tres sitios de Petén: Río Azul, Uaxactún y Tikal.
Los murales más antiguos son los de Tikal. Allí se descubrió una serie de cuatro personajes, trazados en líneas negras de diferente grosor, sobre el muro exterior de la puerta trasera de un pequeño edificio denominado 5D sub 10, 1o. De trazo marcadamente naturalista, dichas figuras tienen, sin el tocado, una altura de 89 cm. Uno de tales personajes tiene el rostro, todavía es visible, aparentemente cubierto con una máscara; en los otros pueden apreciarse adornos diversos, como brazaletes, pulseras y orejeras. Según Sonia Lombardo, 'los rodea en ambos costados una especie de halo de anchas volutas en color rojo y sobre sus cabezas corre una banda de símbolos que parecen ser jeroglíficos'. En una tumba de la misma Tikal se encontraron unas pinturas semejantes, que representan varios personajes con tocados sumamente barrocos, a manera de volutas; algunos están sentados de perfil, con las piernas cruzadas. Finalmente, en el entierro 48, del mismo sitio, se descubrió un amplio texto pintado, con glifos de gran tamaño, en los que se señala la fecha 18 de marzo de 457 DC.
Cuando se descubrieron, en 1937, las pinturas murales del Templo B-XIII, de Uaxactún, se hallaban en perfecto estado de conservación. Poco después, Salvador Toscano comprobó que el abandono del sitio había borrado totalmente la escena, y lo único que queda es una copia que logró sacar la Institución Carnegie de Washington. El propio Toscano hizo la siguiente descripción:
...la escena se refiere a una ceremonia o hecho histórico que se realiza frente a un templo maya del lugar, en el que aparece un alto jefe guerrero armado de ballesta y escudo y a quien se adelanta un personaje secundario que lleva bolsa ritual en una mano, mientras con la otra se toca el hombro en señal de paz; del otro lado del templo aparece una compacta procesión que parece acudir al santuario guiada por el sonido de un tambor.
Los murales de Uaxactún presentan algunas características que los relacionan con los de Teotihuacan. Datan probablemente del siglo VI DC. En Río Azul se encontraron pinturas en los muros de un enterramiento, cubiertas casi por entero con símbolos de un estilo que recuerda muy de cerca el de la cerámica Tzakol. Las figuras representan varios dioses y diseños serpentinos, con una inscripción que fija la fecha 417 DC.


La pintura de la cerámica
Un género algo diferente de pintura es el que realizaron los mayas en innumerables vasijas. Actualmente, éste es un corpus extraordinariamente amplio, y sólo en parte descifrado e interpretado. Mary Ellen Miller realizó recientemente un recuento de la historia de los estudios que tratan de la cerámica maya, desde los de John L. Stephens hasta los de la actualidad. Según dicha autora, este campo del arte maya ha sido siempre valorado positivamente, y durante mucho tiempo se consideró solamente en relación con problemas arqueológicos típicos, tales como las secuencias históricas, las influencias estilísticas, las migraciones y el comercio. En los últimos años, la atención de los estudiosos se ha centrado más específicamente en los valores iconográficos propios de las series de vasijas. El nuevo enfoque data de 1970, cuando Michael D. Coe preparaba una exposición, sobre la escritura antigua de los mayas, para el Club Grolier. Coe se percató de la evidente importancia de los temas contenidos en las vasijas de carácter funerario. A partir del libro que entonces escribió, dicho autor profundizó en la iconografía, como lo demuestran sus posteriores publicaciones, completadas por los estudios de Francis Robicsek y Donald Hales, Marta Foncerrada y Sonia Lombardo, Linda Schele y M. E. Miller. Por otra parte, el novedoso sistema de una cámara que permite fotografiar 'en desarrollo', el cual fue puesto en práctica por Justin Kerr, autor del primer volumen de The Maya Vase Book (1989), se ha logrado un mejor conocimiento del tópico. Las formas de las vasijas en las que los mayas realizaron tan extraordinarias pinturas suelen ser pocas: cubiletes, vasos cilíndricos, cuencos abiertos y platos trípodes. Estos últimos tienen un motivo único (divinidad, animal o señor) plasmado en su interior, mientras que las otras representan un mismo motivo repetido una o dos veces, o temas desarrollados en secuencia a lo largo de la superficie de la vasija. Con frecuencia, estos motivos decorativos se acompañan de una banda, generalmente en la parte superior, compuesta de glifos trazados por lo común de manera 'cursiva', y que antes se interpretaban simplemente como elementos decorativos. Después de los estudios de Coe se ha concluido en que, 'si bien en el texto que rodea la vasija el número de glifos varía, su orden de aparición es siempre el mismo; por consiguiente el texto debe tener un sentido. Las repeticiones serían de orden ritual o mágico'.
Una de las mayores dificultades para alcanzar un mejor conocimiento de las vasijas mayas proviene del hecho de que casi todas pertenecen a enterramientos que han sido objeto del saqueo de los 'huaqueros'. Por otra parte, se presenta la curiosa circunstancia de que los sitios arqueológicos importantes desde el punto de vista escultórico son muy pobres en cerámica, y a la inversa. Palenque y Quiriguá, por ejemplo, tan famosos por sus estelas y relieves, muestran una carencia casi total de cerámicas policromas.
Según Coe, la mayoría de los vasos funerarios mayas representan seres sobrenaturales y escenas míticas. Las investigaciones de este autor han aportado datos de sumo interés para la interpretación de las series iconográficas mayas. Tal es el caso de los gemelos héroes del Popol Vuh, que han sugerido la interpretación de algunos motivos de la cerámica maya. Esa, en definitiva, no es más que una pareja de gemelos en varias series, como son los hermanos Hunbatz-Hunchuen, los gemelos remeros y los de la Danza del Sacrificio.
Uno de los vasos decorados más famosos es el que actualmente se conserva en el Museo de la Universidad de Philadelfia, que representa a un personaje llevado en litera, al que acompañan otros en procesión. A primera vista, parece la ilustración de un simple viaje de mercaderes que llevan el emblema de su profesión. Sin embargo, el perro blanco con una mancha negra, que aparece bajo la litera del personaje principal, es un pequeño pero relevante detalle que hace pensar, más bien, en un viaje hacia al más allá del señor llevado en andas, a quien la figura canina sirve de guía en el camino.
Un vaso cilíndrico de cerámica, de color marrón, con decoración grabada que representa a señores y escribas, es el objeto de cerámica más fino de cuantos han aparecido en Copán. La pieza, procedente de la tumba 27-42, muestra un estilo caligráfico perfecto. Sus cuatro personajes aparecen sentados bajo una banda de glifos en uno de los cuales se lee esta expresión: Ah tz'ib, que quiere decir 'él, el de la escritura', y que identifica como escribas, artistas o artesanos, si no a todos, a algunos de los protagonistas de la escena pintada.
Otra pintura de gran belleza es la que muestra el llamado Jarro Kimbell, parte de la Colección del Kimbell Art Museum, de Fort Worth. Tiene forma cilíndrica, y se ha fechado entre los años 600 y 800 DC. Representa cinco personajes bajo una cenefa con glifos. Dos de ellos son idénticos, y probablemente representan a un mismo señor dispuesto a iniciar una danza con dos mujeres diferentes. El conjunto se completa con la figura de un servidor o acompañante, y entre cada uno de los cinco personajes aparecen los bloques de glifos.
En el British Museum, de Londres, se encuentra el famoso Vaso Fenton, de Nebaj, de forma también cilíndrica y perteneciente al Período Clásico Tardío, entre 600 y 800 DC. Encontrado en 1904 en dicha población, pasó a manos del coleccionista C. L. Fenton, de quien recibió su nombre. El mismo tipo de composición ha aparecido recientemente en, por lo menos, otros cuatro vasos cilíndricos, lo que sugiere que, o bien, se trata de obras de un mismo artista, de una tradición muy precisa, o de una secuencia concreta de vasijas cuyo orden se desconoce. De cualquier modo, el Vaso Fenton es aún el más perfecto de todos, especialmente por las actitudes de los personajes y, concretamente, por la forma en que están pintados las manos y los dedos. Presenta una escena de tributo en el salón del trono de un palacio. El señor tributario, sentado, ofrece vestidos y alimentos al señor principal, asimismo sentado sobre una tarima alargada, donde hay otro personaje, también en esa posición y, al parecer, con un códice. Otras dos figuras de menor categoría se hallan de pie a ambos extremos de la escena. Una columna de glifos separa el inicio y el fin de la pintura. Aunque el Vaso Fenton y otros parecidos pertenecen a la cerámica funeraria, no muestran, como se indicó, un tema específico de tal naturaleza, sino más bien uno de carácter histórico. Tratándose de hallazgos realizados en Nebaj, donde no existen estelas, significan una valiosa información para la historia de la zona.
Un vaso de Altar de Sacrificios sigue aparentemente la misma línea de realismo que los de Nebaj, pero pudiera ser que sólo simbolizara actividades relacionadas con el más allá. La pieza, que se conserva en el Museo Nacional de Arqueología y Etnología, de Guatemala, presenta la imagen de figuras que cantan, danzan o se inmolan, junto con glifos-emblema propios de Tikal y Yaxchilán. Una escena parecida puede apreciarse también en un plato de Uaxactún, del siglo VII, en el que aparece un solo personaje en actitud de danza o de ceremonia.
Finalmente, como ejemplos de la variedad de otros tipos de escenas que ofrece la cerámica maya, principalmente la cilíndrica, pueden mencionarse las vasijas con representaciones de guerreros y cautivos, o las que muestran pasajes del juego de pelota.
Fte: Enciclopedia de Guatemala

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